El amor no necesita ninguna palabra introductoria. Este sentimiento es ampliamente conocido, y sin duda, uno de los más sencillos de comprender. Sin embargo, hablar del amor como una fortaleza de carácter se refiere más hacia la manera en que cada individuo se aproxima a sus relaciones cercanas. El amor entonces, es una fuerza recíproca: se refiere al hecho de amar a otros y la voluntad de aceptar el amor de los demás.
Según el Via Institute on Character (http://viacharacter.org), existen cuatro tipos de amor, cada uno con una base biológica y evolutiva: El amor del apego, expresado por los padres hacia sus hijos y viceversa. El amor compasivo o altruista, que también se define como amabilidad; el amor por los amigos y el amor romántico.
Contar con esta fortaleza en nosotros facilita la tolerancia, la empatía y el perdón en nuestras relaciones personales. Aceptar el amor que los demás tienen para nosotros abre la posibilidad de que también seamos seres que amen.
Apoyar el desarrollo de esta fortaleza en nuestros hijos implica no sólo mostrarles aquello que puedan amar; significa también hacer un ejercicio de autoconciencia sobre la manera en que los amamos. Nuestros hijos aprenden de nosotros cómo deben reaccionar al mundo que los rodea. ¿Somos empáticos con ellos? ¿Tolerantes? ¿Establecemos límites que les permitan desarrollarse? ¿Les mostramos amor aún cuando actúan de maneras distintas a las que esperamos?
El ejercicio de observar e identificar las fortalezas de carácter en nuestros hijos es de gran utilidad para darle a nuestro amor por ellos una nueva perspectiva. Durante este mes en el que celebramos la fortaleza del amor, los invitamos a realizar un ejercicio de identificar las fortalezas que observamos en cada uno de los miembros de nuestra familia. Después, entablar conversaciones sobre por qué amamos esas características que vemos en los demás. Estamos seguros que este ejercicio nos recordará cosas sobre la personalidad de cada uno, lo que nos ayudará a valorarlos de una manera distinta y más profunda.